El vino tiene una larga historia y cada botella puede tener la suya, lo que contribuye muchísimo a la fascinación que ejerce esta bebida. Pero su papel en la historia de nuestra cultura es incluso más amplio y más profundo. El vino es una de las primeras creaciones de la humanidad y ha ocupado una plaza privilegiada en numerosas civilizaciones. Por otra parte, representa toda una serie de descubrimientos relacionados con las primeras reacciones químicas efectuadas por el hombre: la fermentación y la oxidación. Es imposible saber quién fue el primer viticultor. Las grandes civilizaciones de la Grecia y de la Roma antiguas situaban el origen del vino en la prehistoria y rodeaban su nacimiento de leyendas.
Es posible hacer vino incluso con uvas silvestres. Gracias a los azucares concentrados en los granos y la abundancia de su jugo, la uva es el único fruto con tendencia natural a fermentar. De ese modo, cuando la uva esta madura, su jugo entra en contacto con las levaduras, presente naturalmente en la piel de las bayas. Si el jugo se encuentra en un recipiente el vino se hará solo. Es posible imaginarse a un hombre de la Edad de Piedra depositando unos racimos maduros en algún tipo de recipiente y dejándolos fermentar, quizá por haberse olvidado de ellos. Cuando hace calor, es cuestión de horas. Después de unos días, el líquido obtenido será una especie de vino. ¿Quien fue el primero que bebió ese zumo excitante y delicioso? No lo sabremos jamás, pero él o ella vivió posiblemente la experiencia de la primera resaca. Elemento festivo o de ceremonias religiosas, medicamento o antiséptico, el vino ha desempeñado numerosos papeles.
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